Muchas veces me he preguntado en qué momento decidí vivir pegada a un libreto y buscando la aprobación de lo que soy fuera de mí. Busco y busco ese momento y no lo encuentro porque he descubierto que más que un momento determinado ha sido el producto de un camino recorrido que se inicia en el momento mismo que nacemos.
Si, así es la manera de operar que heredamos porque ha venido dándose de generación en generación, aunque yo diría que más bien que es de degeneración en degeneración porque esto a lo que nos lleva es a alejarnos de nuestra esencia, de nuestra sabiduría de nuestro verdadero y más puro yo.
Cada vez que veo niños y la forma cómo se comportan veo en ellos la representación de la pureza y sabiduría del ser humano. Es increíble ver cómo se sorprenden con cada cosa, cómo se divierten y gozan con todo, cómo son ajenos al mal, al miedo, cómo comparten y fácilmente crean lazos de afecto sin ningún tipo de distinción, ellos van fluyendo con la vida llenos de confianza y siendo luz para quienes podemos compartir con ellos.
En la medida que estos niños crecen van encontrando reglas, les van mostrando el cómo es correcto hacer las cosas, lo que está bien hecho y lo que está mal hecho. Las consecuencias de lo que puede pasar si no siguen los códigos de comportamiento dando origen así aP la necesidad de aceptación y reconocimiento a través del mundo de afuera y distanciándose cada vez más de su mundo interior, de su verdadero yo.
Así entramos en esa carrera vertiginosa en la que nos montamos de manera automática y nos convertimos en esos verdugos de nosotros mismos convirtiendo nuestra existencia en una lucha constante por ser esa persona que todos esperan, esa persona que vive desde la demostración , la competencia y la comparación constante, buscando a toda consta hacer parte de ese grupo selecto que se ha montado en el libreto y que aseguran que haciéndolo es posible encontrar la felicidad.
Es así cómo nos perdemos de nosotros mismos generando muchas veces ese vacío de tenerlo todo pero no sentirse completos ni felices.
Por eso es importante tener claro que nuestra felicidad no está en manos de nadie, no depende de otros solo está en nuestras manos y está dentro de nosotros y no fuera como no lo hacen creer.
Rescata ese niño interior que siempre nos acompaña y déjalo que te muestre lo mejor de ti.